Fabiana, de los sedosos cabellos rojos, fijaba su mirada en
el jarrón de porcelana que se ubicaba en la puerta de roble
de la casa de su abuela, los grabados de aquel jarrón se confundían difusos, hace tanto
rato que su mirada permanecía inmóvil, que ya no era capaz de soltar ni una lágrima,lo
había derramado todo, tenía 13 años y no entendía por qué su cuerpo había comenzado a
sangrar, solo sentía una gran nostalgia y soledad, de no poder a nadie preguntar ni contar,
vivía sola con su padre, un pueblerino y trabajador de la tierra que entendía de azadones y
arado, viudo hace 10 años.
Fabiana se quedó con la mirada fija, por la ventana
entró luego su gato que de un salto se le posó en sus
faldas, Fabiana agachó la mirada y comenzó a acariciarlo,
mientras la puerta comenzaba a abrirse , su padre había
llegado, contempló a Fabiana la abrazó le dio un gran beso
y comprendió, que ella ya había cambiado , que ya su niñez
atrás había quedado.
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