
Al levantar la cabeza vi como cada una de ellas colgadas de coloridos vestidos de calamina
se superponían en los cerros, dando la fuerza y vitalidad que ocultaban las historias sórdidas de los que habitaron en el siglo pasado los callejones porteños.
HOY LAS CASAS SE VISTEN CON ROPA NUEVA QUE DESPLAZAN A LOS VIEJOS TRAJES CONVIRTIÉNDO EN AIRE COSMOPOLITA LA TRADICIÓN DEL CHORO PORTEÑO.